T

elas suntuosas y lustrosas, terciopelos, sedas, colores llamativos… A la muerte de Luis XIV, con el fin de sus códigos austeridad, el lujo y el color tomaron los fondos de armario de mujeres y hombres de la corte francesa. Estamos en la transición del barroco al rococó, Francia es el epicentro de la moda mundial y el arte de la época da buena muestra de ello. Moda y arte se dan la mano para explicar como ‘el arte de vestirse’ es casi un fenómeno sociológico que nos ayuda a entender más las sociedades antiguas y, a través de ellas, las actuales.

Ahora, gracias a las pinacotecas, tenemos al alcance de la mano la posibilidad de revisitar ese pasado. El Prado, el Reina Sofía, el MACBA, el Centro Pompidou, el Guggenheim… son por todos conocidos, sin embargo todavía quedan otras colecciones amplias e interesantísimas en las que bucear para descubrir nuevas joyas artísticas no tan conocidas. Es el caso de la Colección Banco Santander. Más de 3.000 obras de Picasso, Zurbarán, El Greco, Sorolla, Miró… Un apasionante viaje al pasado que es posible realizar gracias a la labor de la Fundación Banco Santander.

En su apuesta por impulsar la cultura e ir un paso más allá, ha contado con expertos en diferentes campos que relacionan su disciplina con el arte. Es lo que han hecho el periodista y crítico bilbaíno Ianko López y el genio de la moda Lorenzo Caprile. Juntos se han embarcado en una charla que tiene como objetivo repasar el arte que se esconde dentro de las obras de la Colección Banco Santander en busca de las claves de la moda de los siglos XVI al XIX.

“La moda tal y como la conocemos es un invento bastante reciente, pero el modo en el que nos vestimos siempre ha servido para comunicar algo, quienes somos o el modo en que queremos que nos perciban”. Para Ianko López, el arte se ha hecho a partir de esa función de la moda y si estamos atentos, a través del modo en el que la gente viste, podemos leer la evolución de una sociedad. Para demostrarlo, Lorenzo Caprile aplica su ojo experto sobre tres cuadros de la Colección Banco Santander. Diferentes épocas en las que encontramos atuendos casi opuestos que explicarían la evolución de la moda masculina desde el S.XVI hasta nuestros días. ¿Quiere saber por qué los hombres dejaron de llevar calzas, volantes, plumas o encajes? Caprile se lo cuenta.

Lucas Cranach, óleo sobre tabla
La predicación de San Juan Bautista.
1537-1540

“De la figura que hay a la izquierda destaco sus piernas, atributo masculino por excelencia, el color rojo de su atuendo indica que es un personaje con muchísimo poder y riquísimo, podía pagar ese tinte que era el más caro, y por esa parlota con plumas que ya la quisieran muchas señoras en muchas bodas de hoy en día”, explica el modisto. Y acierta. Las parlotas, tocados que originariamente vestían los soldados, llegaron a la aristocracia forrados de telas de lujo como el terciopelo que luce esta figura en el óleo de Cranach El Viejo. Bordadas, con incrustaciones de piedras o con plumas de colores se pudieron ver incluso sobre las cabezas de la realeza. En España tuvieron su apogeo máximo durante el reinado de Felipe II y, tal y como confirma Caprile, hoy en día todavía pueden verse en muchas bodas.

La predicación de San Juan Bautista

Giuseppe Bonito, óleo retrato
Don Carlos de Borbón, rey de las Dos Sicilias.
1745

¿Se podía ser un fashion victim en 1745? Lorenzo Caprile no tiene más que echar un vistazo a Carlos III tal y cómo lo pintó Giuseppe Bonito en este óleo de la Colección Banco Santander para afirmar que sí con rotundidad: “Está en el apogeo de su juventud y es un auténtico fashion victim, lleno de plumas, bordados, encajes, colorines, joyas… no hay duda de que seguía al dictado las modas de París, bajo Luis XIV y bajo Luis XV, que era de todo menos un hombre austero”. Sin embargo, aunque es cierto que en esta pintura Carlos III luce con todo el boato y la pompa de su rango, quizás como apunta Caprile por su juventud en el momento de realizar la obra (realmente le quedaban 15 años para ser rey de España), la historia describe al monarca, una vez dentro de nuestras fronteras, como un hombre austero, que no tenía gran simpatía por su sastre y que odiaba estrenar ropa. Lejos de la ostentación de la que sí hicieron gala su padre y abuelo, el mayor capricho de Carlos III era beber chocolate a la taza. Siempre en la misma taza.

Don Carlos de Borbón, rey de las Dos Sicilias.

A.M. Esquivel, óleo sobre lienzo
Retrato de caballero.
1831-1838

“Un burgués de la época, que representa a la perfección esa gran renuncia de los hombres. Renunciamos a vestirnos, a tener joyas, colorines, volantes… ese juego con la moda se lo cedemos gustosamente a las mujeres con la condición de que no se ocupen de nada más”, aquí el modisto vuelve a ser certero. En el S.XIX la moda masculina había perdido toda ‘la gracia’ que la había caracterizado en siglos anteriores. En este periodo el ropero masculino es sencillo y austero, independientemente del rango social de la persona, negros y pardos reinan y es en la calidad de los tejidos donde se distingue la clase o el poder adquisitivo. Y es que tal y como apunta Ianko López: “La moda es una manera de expresión pero también puede ser una limitación”. Y, aunque no cabe duda de que los hombres del S.XIX estaban bastante limitados con sus atuendos, los dos expertos coinciden en algo: “Hay veces en las que es necesario rebelarse”.

Retrato de caballero

Poder, naturaleza, traición, pasión o, como en este caso, moda. Vive cada una de las 3.000 historias que esconde la Colección Banco Santander. No te conformes con visitarla, #vívela.