Los barceloneses conviven en el día a día con ruidos constantes que, aunque estén normalizados, afectan a la salud. De hecho, la contaminación acústica es considerada el tercer factor ambiental más perjudicial para la salud por detrás de la contaminación del aire y del humo del tabaco, pero la solución también está en manos de los barceloneses: reduciendo el tráfico y el volumen cuando salimos en grupo por la noche influimos en las fuentes de ruido más importantes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no exponerse a valores superiores a los 65 decibelios (A), de día, y a los 55 dB (A), durante la noche, sin embargo, en barrios como Eixample, Gràcia o Ciutat Vella se superan los 70 dB (A) ya sea por culpa del tráfico o del ocio nocturno.
El cuerpo interpreta el ruido como un peligro. Es una reacción automática que no puede evitar. “Aunque llega un momento en el que el cerebro ya no registra el ruido del tráfico a nivel cognitivo, este sigue siendo tóxico aunque no interfiera en el sueño”, explica la médico psicoterapeuta, Àngels Córcoles, que colabora con la Asociación catalana contra la contaminación acústica. “Cuando el ruido afecta al sueño, a los niños les influye en el crecimiento y en las mujeres embarazadas, hace que el bebé tenga bajo peso al nacer”, añade la doctora sobre los más vulnerables.
En Barcelona el barrio más afectado por el ruido del tráfico es el Eixample donde, según la Encuesta de Salud de 2016, el 68,7% de los vecinos perciben como excesivo el ruido al que se exponen. Efectivamente, los sonómetros de la calle Aragón, por ejemplo, recogen valores medios de 70 dB (A) durante el día mientras que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no exponerse de forma prolongada a ruidos de más de 50 dB (A).
Lo que para una persona es una noche de diversión sin más, con risas, anécdotas y algún griterío si la conversación se anima, para otra supone el enésimo grito, la enésima noche que no puede dormir y que poco apoco está acabando con su salud física y mental. Es lo que les pasa a algunos vecinos de barrios de Barcelona como Gràcia o Ciutat Vella. Según el informe La salut a Barcelona 2016 “el 74,2% de vecinos y vecinas declaran que en su barrio hay mucho ruido”.
Los porcentajes pueden sonar asépticos, pero eso en la vida real se traduce en que “en puntos concretos del barrio hay gente que está en tratamiento psiquiátrico y tiene que tomarse Diazepams para dormir”, describe el presidente de la Asociación de Vecinos del Raval, Pep García. La Organización Mundial de la Salud considera que exponerse de forma prolongada a niveles de ruido superiores a los 50 dB (A) aumenta los riesgos de padecer hipertensión arterial y otras afecciones cardiovasculares, sin embargo el barullo que se forma en la puerta de un local puede superar los 70 dB (A).
“Debe encontrarse un equilibrio entre la diversión de unos y el descanso de otros”, explica la investigadora del ISGlobal María Foraster después de haber dejado bien claro que dormir es una necesidad biológica fundamental y su carencia tiene consecuencias fatales.
La reducción del tráfico y la pacificación de las zonas de ocio nocturno son las dos soluciones mayúsculas a la contaminación acústica de Barcelona en las que todos sus ciudadanos pueden participar de forma activa. Por un lado priorizando medios de transporte alternativos como el público, el desplazamiento en bicicleta o andando y, por otro, la toma de conciencia en los ratos de ocio. El Plan de Sostenibilidad de la Universidad de Barcelona elaboró las siguientes recomendaciones para poder tomar un papel activo en la reducción la contaminación acústica.