Contar o reírse con un chiste machista puede parecer inofensivo. Mandar fotos de mujeres desnudas por el móvil, también. Muchos creen que decir piropos (u obscenidades) a desconocidas por la calle no tiene nada de malo ni violenta a nadie. Y pocos ven la relación entre estas actitudes y el hecho de que en Barcelona hubiesen muerto en 2015 siete mujeres a manos de sus parejas o exparejas, que en España haya una violación cada ocho horas y en el mundo una mujer sufra una agresión cada 18 segundos.

“Los feminicidios [asesinatos por motivos de género, ndlr] son el final de una cadena de discriminaciones que sufren las mujeres”, explica Graciela Atencio, directora de Feminicidio.net. Igualmente, la activista considera que “no son hechos aislados, sino que forman parte de una violencia estructural que coloca a las mujeres en situaciones de vulnerabilidad”. Los chistes degradan, los medios de comunicación objetifican, el mercado laboral menosprecia y todo eso sirve de caldo de cultivo para la violencia más extrema dentro y fuera de la pareja.

La calle aún no es de todas

Cuando una mujer camina por la calle, baila en una discoteca o vuelve a su casa de noche, está expuesta a que desconocidos la miren atravesándola, valoren su físico, le digan lo que harían con ella si pudieran o que se tomen el poder y lo hagan. El espacio público no es un lugar seguro para las mujeres, y eso está tan interiorizado, que ya ni se cuestiona que algunos hombres opinen sobre el cuerpo de alguien que no se lo ha pedido.


"Para llegar a la equidad y no ser machistas, los hombres tienen que estar dispuestos a renunciar a ciertos privilegios"

Jocelyn Guerrero - psicóloga


“Es muy difícil hacer entender que no se puede consentir un piropo porque forma parte de una escala más amplia de la violencia estructural que vivimos”, explica Mercè Claramunt, abogada especializada en violencia machista y presidenta del grupo Dones Juristes. Se refiere a la violencia que ejerce una sociedad patriarcal hecha por y para los hombres (blancos, para mayor precisión) que, a lo largo de la historia, han relegado a las mujeres a un rol accesorio.

Jocelyn Guerrero, que es psicóloga y coordinadora del grupo de violencia contra las mujeres del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya, considera que “para llegar a la equidad y no ser machistas, los hombres tienen que estar dispuestos a renunciar a ciertos privilegios”. Esos privilegios que tienen al apoderarse de los espacios públicos y de todo lo que sucede en ellos. Un ejemplo muy gráfico es observar a ciertos hombres ocupar su asiento y mitad del de al lado en el transporte público al sentarse con las piernas abiertas y con una actitud expansiva y dominante. Esto ha sido motivo de denuncia en redes sociales y se ha popularizado con la palabra inglesa manspreading, que se traduciría como hombre expandiéndose.

Ellos no temen volver a casa de noche, ni a lo que les dirán según cómo se vistan, ni a que aprovechen para meterles mano en las aglomeraciones. Los bares, las discotecas o las fiestas mayores han sido siempre escenario de recurrentes agresiones sexuales. Uno de los últimos episodios se produjo en las fiestas de la Mercè, cuando una menor denunció una agresión grave y se reportaron otros cuatro ataques homófobos o sexuales.

“Las mujeres hemos estado históricamente relegadas a la esfera privada y todavía hoy se nos continúa negando la ocupación del espacio público”, dice la periodista y activista feminista Isabel Muntané. Considera que la feminidad se ha construido a través del miedo a salir a la calle, “el miedo a que te violen”. Una construcción del miedo solo para niñas y mujeres que se sustenta desde la familia, la escuela y el ámbito de Muntané, que son los medios de comunicación.

Los medios de la desigualdad

Los colectivos feministas arremeten contra los medios de comunicación y la publicidad porque, en lugar de ayudar a atenuar esta hegemonía patriarcal, se dedican a reafirmar sus valores y esquemas. Desde anuncios en los que el cuerpo femenino es cosificado y vendido como una mercancía más, a las campañas de Navidad que recomiendan regalar una nueva lavadora a mamá y reservan el coche para papá. Roles con los que nacen y crecen niños y niñas y que, como reiteran todas las especialistas, constituyen la base que sustenta las demás formas que toma la violencia machista.

En prensa, radio y televisión, lo más visible es la invisibilidad de las mujeres. Ellas están presentes cuando debe aparecer una cara bonita o unas piernas largas, pero en cambio, su presencia es mínima en las tertulias y pocas veces se las consulta como voces expertas. La periodista Isabel Muntané es una de las 50 mujeres que se han unido bajo el lema #Onsónlesdones para reivindicar su presencia en los medios. No se trata de un tema de egos, sino de igualdad y de educación. Como se afana por demostrar la fundación de la actriz norteamericana Geena Davis, si las niñas ven en televisión a mujeres inteligentes, poderosas y empoderadas, podrán aspirar a convertirse en una de ellas. Si no, serán los anuncios de belleza los que marcarán sus sueños de futuro.


"Los anuncios son tremendamente sexistas. A las mujeres se las coloca siempre en posiciones de objeto deseable que reemplaza a lo que se quiere comprar"

Graciela Atencio - Periodista y activista


El 27% de los anuncios en Cataluña encasillan la manera de ser, sentir y actuar de hombres y mujeres dentro de estereotipos de género mientras que a nivel español la cifra aumenta hasta el 30%, según el último informe del Consejo del Audiovisual de Cataluña. Más de la mitad de la publicidad refuerza el rol de la mujer como responsable exclusiva de las tareas del hogar y de la educación de los hijos, cuando no presenta el cuerpo femenino como “un espacio de imperfecciones que es necesario corregir”, como se explica en el informe. Por ejemplo, el 100% de los anuncios de alimentación y el 92% de los de belleza están destinados a ellas, mientras que los de banca y telecomunicaciones buscan en el 100% de los casos un público masculino.

“Los anuncios son tremendamente sexistas. A las mujeres se las coloca siempre en posiciones de objeto deseable que reemplaza a lo que se quiere comprar”, sostiene Graciela Atencio de Feminicidio.net, que también es periodista. “Los medios tienen un gran rol en reafirmar la desigualdad [de género] y no hay preocupación por cambiar eso porque el porcentaje de mujeres que ocupan los cargos directivos de las redacciones es mínimo”, agrega.

El sesgo del mercado laboral

Desde las cinco de la tarde del pasado 8 de noviembre hasta el final del año las mujeres españolas trabajan gratis. No por un salario menor ni con menos garantías, sino sin cobrar un euro. Esta es la forma con la que ha querido remover conciencias el sindicato UGT al lanzar una campaña que pone de relieve la brecha salarialz. Y es que las mujeres tienen un sueldo de media un 18,8% menor al de los hombres, según el Eurostat, que actualizó estos datos por última vez para 2014.


En Barcelona hay más mujeres que hombres trabajando sin contrato, un 50% más contratos temporales en mujeres que en hombres y un 60% más de contratos a media jornada en mujeres.

Datos de: Estrategia contra la feminización e la pobreza y de la precariedad en Barcelona del Ayuntamiento de Barcelona


Pero, tal y como explica la coordinadora de la Plataforma Unitària Contra les Violències de Gènere, Maritza Buitrago, la discriminación de la mujer frente al hombre en el mundo laboral es mucho más profunda que la brecha salarial. “Nosotras no tenemos las mismas oportunidades que tienen los hombres. Deberíamos preguntarnos por qué las carreras feminizadas son las menos remuneradas, por qué las empresas que dirigen el mundo y concentran la propiedad están dirigidas por hombres y por qué el poder está en manos de ellos”. En Barcelona hay más mujeres que hombres trabajando sin contrato, un 50% más contratos temporales en mujeres que en hombres y un 60% más de contratos a media jornada en mujeres.

“La mayoría de licenciadas y doctoras son mujeres y hay muchos estudios que demuestran que nosotras solemos estar mejor formadas, en cambio, nos cuesta muchísimo llegar a cargos directivos”. Y eso se debe, dice la periodista, al machismo que impregna las estructuras de las empresas, en las que “se marcan reuniones a las ocho de la tarde o debes salir de viaje de un día para el otro”. Además las mujeres deben lidiar con el paternalismo en sus lugares de trabajo, donde se les exige más que a sus compañeros. Muntané también censura que, cuando una mujer comete un error, “rápidamente se la juzgue” y se achaque a su vida personal o a la frecuencia de sus relaciones sexuales.

Pero la mitad de la población debe luchar también contra una discriminación más, el acoso. “Existe una cifra invisible de acoso sexual porque muchas mujeres soportan esta violencia por miedo a perder el trabajo”, indica Atencio. La directora de Feminicidio.net resalta, además, que los anuncios de “camareras con canalillo” o “servicio doméstico que incluya servicio sexual” están a la orden del día.

Los estragos del machismo en la familia

“Tengo que dar gracias por que me diera un puñetazo porque, si no, quizás todavía estaría con él”, reconoce Miriam, que protege su identidad detrás de este nombre falso. “No es que siempre estén violentos y agresivos. Si fuera así, fácilmente los dejaríamos. Pero vuelven a estar bien, son simpáticos, cariñosos y te demuestran que te quieren. Y piensas que ya se le ha pasado, pero al cabo de un tiempo les vuelve la mala hostia”.

Según la última macroencuesta de Violencia contra la Mujer publicada en 2015, el 12,5% de las mujeres españolas han sido maltratadas en algún momento por sus parejas o exparejas y el 13% han sentido alguna vez miedo de sus compañeros. Pero el estudio también demuestra que estos porcentajes se viven en silencio, que no salen a la luz ni se denuncian. El 44,6% de las mujeres no lo denunciaron porque quisieron restarle importancia, frente al 26,5% que optaron por el silencio por temor y el 21% que no denunció por vergüenza.

“No tenemos a la ley de nuestro lado, existe un machismo exacerbado en la justicia a la hora de juzgar”, afirma Atencio. La abogada Claramunt aporta luz recordando que casi la mitad de las denuncias acaban archivadas por falta de pruebas. Es exactamente lo que le pasó a Miriam. El juez archivó su caso, a pesar de que presentó unas grabaciones en las que su ex admitía haberla pegado durante la luna de miel y haberla agredido de nuevo con el bebé en brazos. “Lo que nos dicen en la tele de 'denuncia, que estamos contigo', es muy duro. Los jueces tienen tantos casos y tan poca formación en violencia de género que te preguntan: '¿y por qué tardó tanto en denunciar?' 'Pues señor, porque estaba anulada y tenía miedo'. Tenía mucho miedo”, exclama.

En la sociedad hay muchos mitos sobre la violencia de género: que los agresores son de un nivel socioeconómico concreto o que las víctimas tienen alguna característica especial. “No existen rasgos comunes, puede ser cualquier hombre. Se trata de personas de toda clase social y origen”, desmiente Bàrbara Roig, responsable del Servei d’Atenció a Homes per a la promoció de relacions no violentes (SAH). Este servicio municipal es gratuito y atiende a hombres con antecedentes de agresividad que voluntariamente quieren aprender a gestionar sus conflictos sin violencia. El año pasado acudieron a sus dependencias 171 hombres, una cifra todavía pequeña en comparación con las 2.500 víctimas atendidas por el Servei d’Atenció, Recuperació i Acollida (SARA), el servicio homólogo del ayuntamiento para mujeres.

Las desigualdades en las relaciones de pareja también se manifiestan en el reparto de las tareas domésticas y de cuidado. Concretamente casi el 70% de las horas dedicadas al trabajo doméstico no remunerado en España las realizan mujeres, según un informe de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada. Eso al día se traduce en 2,5 horas más que ellos dedicadas al hogar y una menos al ocio y al tiempo libre.

Todas estas actitudes son aprendidas a lo largo de la vida en lo que se califica como roles de género. Desde bien pequeña, a una niña se le transmite que debe cocinar y cuidar de bebés, mientras que los niños no deben llorar, tienen que ser fuertes y no dejarse pisar.

“Los hombres tenemos que empezar a deconstruir este modelo de masculinidad hegemónico, heteronormativo que es como un molde de hierro oxidado lleno de pinchos donde todos los niños tienen que pasar para llegar a ser ‘hombres de verdad’”, explica Rubén Sánchez, psicólogo y portavoz de la asociación Aliats del Feminisme. Se trata de un grupo de hombres comprometidos con la lucha feminista y que, según cuenta Sánchez, pretenden hacer entender a los demás que es imprescindible que se cuestionen y empiecen a realizar cambios en su comportamiento. “Se trata de romper todos estos esquemas para crear miles de masculinidades alternativas, inclusivas, igualitarias, no violentas y respetuosas”.

Eso implica desterrar palabras como ‘nenaza’ de nuestro vocabulario, reprobar al que hace humor con el machismo y ser consciente de que, por ejemplo, insistirle a una chica que nos ignora, es acosar. “Estamos hablando de una violencia simbólica y una violencia cotidiana que está presente en cada día de nuestra vida en todo lo que vemos y todo lo que hacemos”, explica la activista Maritza Buitrago, y esa violencia cotidiana solo se puede combatir si todos y todas señalamos, evidenciamos y rechazamos colectivamente todas las manifestaciones de desigualdad entre hombres y mujeres.



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